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Batallón Azov, Biletsky, Donbass, Extrema Derecha, Mariupol, Rusia, Turquía, Ucrania, Zelensky

El retorno de los «héroes»

El 16 de mayo de 2022, tras varias semanas de batalla en la ciudad, los miembros del regimiento Azov y otras unidades ucranianas atrincheradas en Azovstal se rendían a las tropas de la República Popular de Donetsk que habían pasado días cuidando el perímetro a la espera de que los acontecimientos llegaran a su lógico final. En una reunión con el ministro de Defensa, el presidente ruso Vladimir Putin había rechazado la operación propuesta por Sergey Shoigu de un asalto final para acabar con aquella aún numerosa guarnición que sobrevivía bajo tierra, protegida por las instalaciones de la fábrica soviética, sobradamente preparada para aguantar una guerra. El riesgo de tal operación era excesivo y habría implicado un elevado número de bajas propias que Rusia no podía permitirse. Por aquel entonces, Kiev comprendió que, con un frente extendido a lo largo de mil kilómetros, lograr retener a unidades rusas -o en este caso republicanas- en un lugar favorecía su defensa en otras zonas ante la escasez de efectivos que comenzaba a mostrar Rusia. Las semanas del sitio de Azovstal impidieron el despliegue de esas unidades en otras zonas en un momento en el que las tropas rusas aún avanzaban en varios frentes. Sin embargo, el retraso en el despliegue de esas unidades era preferible a su pérdida, algo prácticamente garantizado según la operación planteada por Shoigu.

Las tropas rusas y republicanas esperaron hasta que se produjo la rendición final, en la que, con un acuerdo previo negociado aparentemente con Denis Prokopenko, Redis, el líder militar de Azov que había obtenido ya su título de Héroe de Ucrania, los soldados de Azov y las unidades del ejército ucraniano se entregaron y fueron evacuadas a diferentes cárceles en la RPD y en Rusia. En aquel momento, Ucrania, necesitada de victorias morales, calificó la operación de éxito y alegó que las autoridades ucranianas habían evacuado a los soldados según un acuerdo previo. Solo esa última parte se correspondía con la realidad, como podría comprobarse meses después. Los mandos capturados en Azovstal no serían juzgados como Rusia había prometido durante la batalla, sino que finalmente serían trasladados a un tercer país tal y como exigían Denis Prokopenko y Svyatoslav Palamar, Kalina, en los últimos días de su resistencia en los sótanos de la fábrica de acero propiedad del oligarca Rinat Ajmetov. Sin embargo, antes de que se produjera aquel gran intercambio de prisioneros que liberaría a una parte de la guarnición de Azovstal y enviaría a Redis, Kalina y otras figuras de perfil más alto al semiexilio turco, un ataque de artillería costó la vida a medio centenar de los presos de Azovstal.

El 30 de julio, varias explosiones en la prisión de Elenovka, una localidad de la RPD que, con el avance ruso, había dejado de estar en plena línea del frente, costaban la vida a medio centenar de prisioneros de guerra allí recluidos. Moscú alegaba que el ataque había sido cometido utilizando los sistemas HIMARS entregados por Estados Unidos a Kiev, mientras que Ucrania, en su línea habitual de acusar a Rusia de bombardear sus propias ciudades y la central nuclear bajo su control, recuperó la idea del autobobardeo que tan común había sido durante los años de guerra en Donbass.

En septiembre, en una negociación a cuatro bandas en la que participaron Rusia, Ucrania, Emiratos Árabes y Turquía, Moscú y Kiev se intercambiaban decenas de prisioneros de guerra entre los que se encontraba, por primera vez, un gran contingente de presos capturados en Azovstal. Volvían a Rusia y a las Repúblicas Populares docenas de soldados, entre ellos varios pilotos capturados por Ucrania, pero también el político ucraniano Viktor Medvedchuk. En arresto domiciliario desde hacía meses acusado en la misma causa penal que Petro Poroshenko, que podía moverse por Ucrania y por Europa sin mayor dificultad, el político fue detenido, sometido a vejaciones mediáticas y finalmente intercambiado como prisionero en una guerra en la que solo había participado intermediando, en favor de Kiev, a la hora de recuperar prisioneros de guerra capturados por las Repúblicas de Donbass. A pesar de que Medvedchuk, una persona considerada muy cercana al presidente ruso, fue solo uno de los presos intercambiados, Ucrania utilizó sus capacidades para imponer el discurso mediático e instaló en la conciencia colectiva que los mandos de Azov y decenas de prisioneros de Azovstal habían sido intercambiados por un único hombre: Viktor Medvedchuk. Aunque regresaran a casa decenas de soldados rusos y republicanos, es así como sigue recordándose aquel intercambio que Rusia, con su pésima estrategia de comunicación, nunca llegó a explicar.

En septiembre de 2022, una parte del contingente capturado en Azovstal regresó a Ucrania. Antes, Rusia había comenzado a devolver a Ucrania los cuerpos recuperados en la acería de Mariupol. Una parte del enorme número de prisioneros de guerra capturados en Azovstal continuaría, y continúa aún a día de hoy, en cárceles rusas. La batalla por Mariupol dio a Rusia una elevada cantidad de prisioneros de guerra que no es comparable con la de prisioneros rusos o republicanos de la que dispone Ucrania, de ahí que no todos hayan sido intercambiados aún.

Desde el momento de la negociación de la rendición, Denis Prokopenko fue tratado de manera diferente a la de otros presos. Al contrario que Kalina, cuya rendición pudo verse en unas imágenes publicadas días después de los hechos, jamás hubo imágenes del héroe de Ucrania siendo capturado, trasladado o encarcelado. Las primeras imágenes de Prokopenko tras la derrota de Azov en Mariupol se produjeron en septiembre de 2022, cuando según el acuerdo a cuatro, los mandos del regimiento y otras unidades del ejército ucraniano fueron enviadas a Turquía, donde según el acuerdo entre los dos países, Rusia y Turquía, debían permanecer hasta el final de la guerra. A medida que la guerra ha tendido a convertirse en un conflicto cuyo final parece cada vez más lejano, la posibilidad de que Prokopenko y otros miembros de Azov y las Fuerzas Armadas de Ucrania permanecieran en Turquía a largo plazo se reducían notablemente.

Los diez meses que los prisioneros ucranianos han permanecido recluidos -en buenas condiciones, pero no libres- en Turquía han permitido a Ucrania y también al movimiento Azov perpetuar la idea de los héroes de Azovstal. La épica y la creación de mitos ha sido una de las bases de la estrategia informativa de Ucrania, que ha funcionado y sigue funcionando a la perfección. Azov, dos veces calificado por el Congreso de Estados Unidos de neonazi y supremacista blanco, había sido integrado ya en las tropas del Ministerio del Interior en 2014 y el blanqueo de sus miembros y de su estructura en general es anterior a 2022, pero fue con la batalla por Mariupol cuando Ucrania y sus aliados occidentales decidieron hacer héroes de los soldados del grupo que nació por la gloria de Andriy Biletsky como uno de los herederos del movimiento de extrema derecha Patriota de Ucrania, del que también procedían el talibán cristiano Korchinsky, el social-nacionalista Parubiy o el radical Tyahnibok. Azov ha realizado campañas de propaganda y búsqueda de apoyo en Europa, en Israel y en Estados Unidos, todas ellas explotando la hazaña de la resistencia de Azovstal -fue la fábrica la que protegió a Azov, no al revés- y el martirio de la cautividad de Prokopenko y sus compañeros.

El sábado, con un vídeo promocional y un multitudinario acto en Lviv, la más nacionalista de las ciudades ucranianas, que recibió a las tropas de Hitler como liberadoras, que en pocos días masacró a su población judía y que proclamó la independencia de Ucrania “bajo los auspicios del Führer”, los héroes de Azovstal regresaron a Ucrania. El retorno se produce horas después de la visita de Volodymyr Zelensky a su homólogo turco, apenas unos días antes del inicio de la cumbre de la OTAN y en un momento en el que Ucrania precisa de victorias mediáticas con las que compensar la ausencia de éxitos en el frente y la previsible negativa de la OTAN a aceptar al país por la vía preferente e inmediata que exige el Gobierno de Kiev. Por el momento, ni Erdoğan ni Zelensky han explicado los motivos ni han dado detalles sobre las posibles negociaciones que han conseguido que el presidente ucraniano presente ante el público a sus héroes.

“Tenemos mucho que decir en esta guerra”, afirmó Denis Prokopenko en Lviv. “Para eso hemos vuelto”, sentenció. El líder de Azov podrá unirse a las nuevas unidades organizadas por Maksym Zhoryn, su antiguo comandante en la División Borodach, cuyo emblema es un Totenkopf modificado para añadir la barba que daba nombre a la unidad, y que llevan meses luchando en el frente. Prokopenko podría también tomar el relevo del primer comandante de Azov, el mismísimo Andriy Biletsky, que según han publicado recientemente medios occidentales, ahora como coronel de las Fuerzas Armadas de Ucrania, comanda la Tercera Brigada Separada de Asalto que hace unas semanas luchaba en los alrededores de Artyomovsk.

Rusia, que no fue capaz de explicar por qué había entregado a Turquía, perdiendo así el control de los hechos, a los prisioneros de guerra de mayor valor de los que disponía, tampoco ha sido, por el momento, capaz de explicar la facilidad con la que Erdoğan ha roto un acuerdo entre los dos países. Dmitry Peskov, portavoz del presidente ruso, ha confirmado únicamente que Rusia no fue avisada de la inminente entrega de los prisioneros y que, efectivamente, esta infringe los términos según los cuales fueron trasladados a Turquía. El momento de la entrega es aún más comprometido para Rusia, que debe decidir en los próximos días si acepta extender el acuerdo de exportación de grano en el que ha de colaborar tanto con Ucrania como con Turquía, que ha demostrado ser un socio capaz de incumplir los acuerdos entre los dos países sin que Moscú pueda hacer nada al respecto.

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