Desaparecido desde hace varios meses de la escena mediática, el héroe de guerra ucraniano Valery Zaluzhny se ha referido en una entrevista tanto a los progresos de la contraofensiva ucraniana como a las exigencias de los aliados de Kiev. El general basa su discurso en el desequilibrio entre las demandas occidentales de avances rápidos y la lentitud con la que acusa a los países que surten al ejército ucraniano de entregar el armamento necesario. Desde que comenzó a planificarse, Ucrania ha vinculado la victoria contra Rusia en la contraofensiva a la recepción de una cantidad apropiada de una larga lista de armamento que Kiev ha continuado alargando a medida que se cruzaban, poco a poco, lo que solo unos meses atrás habrían sido consideradas líneas rojas. En su reciente entrevista, la primera desde esa extraña desaparición que dio lugar a todo tipo de especulaciones sobre si había resultado herido, Zaluzhny ha pedido a sus socios “proyectiles, aeronaves y paciencia”.
Es evidente que las primeras semanas de la ofensiva ucraniana no han dado los resultados esperados por Kiev ni sus socios, aparentemente más impacientes que las autoridades militares ucranianas en lograr unos resultados tangibles que justifiquen el enorme esfuerzo económico y logístico realizado para surtir a su ejército proxy en la guerra común que libran contra Rusia. Ni los escasos avances ni las elevadas pérdidas materiales que han sufrido las Fuerzas Armadas de Ucrania y que son admitidas incluso por la prensa occidental, reticente a dar noticias negativas para Ucrania, son suficientes para que Washington, Londres o Bruselas se sientan satisfechos. Es evidente ya que Kiev se ha visto obligada a cambiar de táctica en dos ocasiones desde el inicio de la contraofensiva a principios de junio.
Ante el descalabro que estaba suponiendo en términos de pérdida de equipamiento pesado el intento de avance con grandes columnas blindadas, que rápidamente se encontraban con los campos minados y la artillería rusa, Ucrania pasó a utilizar grupos móviles más pequeños, agrupaciones con mayor flexibilidad y menos accesibles para el poder artillero y aéreo de la Federación Rusa, que estaba marcando la diferencia. Ahora, como explicaba ayer The New York Times, Kiev ha pasado a tratar de golpear a las fuerzas rusas desde la distancia utilizando su armamento de mayor alcance, armas como los Storm Shadow británicos con los que son capaces de alcanzar objetivos en la ciudad de Lugansk o el puente que une Crimea con Jersón sin necesidad de acercar el frente. Ese tipo de ataques no van a dar una victoria a Ucrania en la guerra ni en la contraofensiva, pero sí suponen un problema logístico para Rusia, que, en caso de golpes continuados y certeros, podría ver desgastado su potencial ofensivo.
Aun así, por el momento, Ucrania continúa instalada en un discurso de exagerar los mínimos éxitos logrados -las tropas de Kiev siguen sin haber llegado a la primera línea de defensa rusa- mientras piden tiempo y más armas a sus socios. En ese discurso, Ucrania ha introducido un nuevo matiz de crítica a sus aliados, de los que da a entender que pretenden acelerar los tiempos más allá de las posibilidades y sin haber entregado el armamento necesario para lograr los objetivos planificados.
Después de meses alegando ser capaces de derrotar diaria y completamente a las VKS, Ucrania achaca ahora su falta de avance rápido a la falta de F16 estadounidenses, una excusa difícil de creer teniendo en cuenta que, por motivos logísticos, era evidente que esas aeronaves no habrían estado a disposición de la aviación ucraniana ni siquiera en el caso de haber aprobado los envíos en el momento en el que Kiev lo exigió. La contraofensiva siempre tuvo que planificarse sin contar con cazas de la OTAN y Ucrania no podía no ser consciente de ello. Sin embargo, el argumento sigue siendo útil para desviar la atención y la culpa para justificar que los planes no se han convertido, de momento, en realidad.
La crítica ucraniana a sus aliados no se limita a la entrega de armas, sino que se extiende también a los propios planes. “Deje que lo diga de la forma más diplomática que pueda”, afirma un oficial de la inteligencia ucraniana citado por The Economist, que añade que “ciertos socios nos están diciendo que avancemos y luchemos violentamente, pero también se toman su tiempo con la entrega del equipamiento y las armas que necesitamos”. Comentando dicha entrevista, el periodista de ese mismo medio Oliver Carroll añadía que “Occidente estaba frustrado porque Zaluzhny rechazó una contraofensiva agresiva a por todas”. Puede que ese sea uno de los motivos del paso de Zaluzhny a la segunda línea mediática y también de su insistencia en la necesidad de más tiempo. Carroll añade que “los ucranianos dicen que Occidente les está pidiendo hacer cosas que ellos mismos no harían. Es curioso que algunas de las cosas que se enaltecieron al principio -el ejército democrático que se preocupa de la humanidad- son ahora criticadas como parte del problema”.
El periodista británico no solo afirma que es Occidente quien busca aumentar la intensidad de la guerra, sino que exige a las Fuerzas Armadas de Ucrania una actuación menos humana, curiosa definición para un ejército que durante años impuso un bloqueo económico a toda una región. Al margen de la actuación a lo largo de los ocho primeros años de la guerra, en los que también cometió abusos contra la población civil, ayer mismo, Human Rights Watch, una organización que habitualmente evita criticar a Ucrania para evitar dar argumentos a la propaganda rusa, daba cuenta de la humanidad de las tropas ucranianas y sus mandos.
En un informe que busca analizar la evolución desde su anterior denuncia, Human Rights Watch se muestra insatisfecha, quizá incluso sorprendida, por la falta de avances en la investigación sobre el uso de minas antipersona por parte de las fuerzas ucranianas. “Human Rights Watch afirma haber destapado nuevas pruebas del uso indiscriminado por parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania de minas antipersona prohibidas contra las tropas rusas que invadieron Ucrania en 2022”, escribió ayer Reuters con una noticia recogida por varios medios más.
La imagen con la que Reuters, que también recogía la denuncia sobre la falta de una investigación ucraniana para impedir el uso de esta munición, era inequívoca. El propio pie de foto describía: “Ingenieros de combate de las tropas prorrusas desactivan minas antipersona PFM-1 Lepechtok en una calle en el transcurso del conflicto ucraniano ruso en Donetsk, Ucrania”. El uso de minas antipersona Lepechtok, conocidas como pétalos por su tamaño y forma, fue denunciado por las autoridades de la RPD y la población por primera vez en julio de 2022 y durante meses se convirtió en práctica habitual de las tropas ucranianas. En su informe, HRW afirma que “las nuevas pruebas del uso ucraniano de minas antipersona en 2022 se debe a las fotografías publicadas en la web por una persona que trabajaba en el este de Ucrania y que mostraban secciones de proyectiles Uragan de 220 mm”. Esa fue exactamente la denuncia que manifestaron hace exactamente un año la población y la prensa rusa. “Cada uno de esos proyectiles descarga indiscriminadamente 312 minas antipersona PFM-1S”, añade el informe dando, otra vez, una información que ya se denunció hace un año.
En aquel momento, y en cada uno de los momentos posteriores en los que se ha denunciado esa práctica ucraniana, tanto Kiev como sus socios han ignorado las denuncias o han tratado dar a entender que era Rusia y no Ucrania quien minaba indiscriminadamente el territorio. Con escaso interés por la situación al otro lado del frente, tampoco la prensa ha prestado atención al uso indiscriminado de armas que, pese a posiblemente no ser capaces de costar la vida a una persona, sí pueden causar amputaciones.
Quizá lo más significativo de la noticia en la que se presenta la denuncia de HRW sea precisamente la forma en que los hechos vuelven a ser manipulados. Mientras se da por hecho que cada acto ruso busca causar el mayor daño posible, la prensa occidental asume la postura contraria en relación con Ucrania: las tropas de Kiev no solo no se bombardean a sí mismas como se asume que Rusia lleva nueve años haciendo, sino que su actuación es humana y no busca agredir a la población civil. E incluso en los casos en los que se denuncia el uso ucraniano de armamento prohibido e indiscriminado, ha de presentarse como un uso contra “las tropas rusas que invadieron Ucrania en 2022”. Ni siquiera parece causar disonancia cognitiva el hecho de que el medio se refiera al uso de minas antipersona contra “las tropas rusas” y la noticia sea ilustrada con la desactivación de una mina en una calle de la ciudad más grande de Donbass. Es ahí, en Donetsk, contra la población que en 2014 se levantó en armas contra Ucrania y a la que durante los siete años de Minsk Kiev negó el derecho a voz y voto, donde Ucrania ha utilizado activamente las minas antipersona, que han causado numerosos heridos entre la población civil, cuya seguridad no está garantizada actualmente en ningún lugar de la ciudad.
Al igual que para la destrucción de las infraestructuras logísticas rusas, contra las que pueden utilizarse los Storm Shadows británicos, Ucrania ni siquiera precisa de acceso al lugar para regar de minas antipersona la capital de la RPD. Todo ello, que eran disparadas por medio de Uragan a lo largo y ancho de la ciudad de Donetsk, incluida su zona más céntrica, fue denunciado desde que la práctica se produjo por primera vez. En aquel momento, esta nueva forma de comprometer la seguridad de una población a la que Ucrania continúa intentando infligir un castigo colectivo, la denuncia cayó en saco roto, una más de las alegaciones rusas que la prensa occidental no puede creer, pero que, con el tiempo, acaban probándose como verdaderas. Ahora, un año después, admitido ese uso, no solo no hay rectificación ni muestra alguna de preocupación por la población civil, sino un ejercicio de manipulación que, en realidad, busca restar importancia y culpar a Rusia del uso indiscriminado de minas antipersona contra la población civil de la ciudad más poblada de Donbass. Esa es la actuación del humano ejército ucraniano.
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