Volodymyr Zelensky viajó ayer a Estados Unidos para reunirse hoy con el presidente Donald Trump en el que se prevé como el encuentro más importante para determinar qué tipo de acuerdo pueden alcanzar Kiev y Washington, pero, sobre todo, si ese entendimiento puede ser compatible con las condiciones que Rusia está dispuesta a aceptar para poner fin a la guerra. “Creo que irá bien con él. Creo que irá bien con Putin”, alegó Donald Trump, aún optimista casi un año después de iniciar una negociación que erróneamente consideró que sería sencilla, rápida y basada únicamente en su buena relación personal con el presidente ruso. Ucrania llega a la reunión con fuertes exigencias y declaraciones de demandas a su enemigo ruso, a quien acusa de no aceptar un acuerdo que ni siquiera está diseñado completamente, y a su aliado, a quien siempre le pide más. Zelensky “no tiene nada hasta que yo lo apruebe”, afirmó Trump mostrando ciertas molestias con la actitud del presidente ucraniano, que esta semana ha publicado su plan dando a entender que se trataba de una propuesta conjunta ya aprobada por la Casa Blanca.
El viaje de Zelensky a Estados Unidos responde a la necesidad de concretar esos últimos puntos en los que la opinión de Bankova y de la Casa Blanca no coincide todavía. Como escribió ayer el presidente ucraniano, el tema de la reunión no se limitará a la cuestión más importante, las garantías de seguridad, sino que incluirá, al menos si Zelensky es capaz de imponer la agenda, las dos líneas rojas que repitió ayer: Donetsk y la central nuclear de Energodar, cuyo control espera obtener en la negociación. Como la central nuclear más grande de Europa, las instalaciones nucleares de Energodar, bajo control ruso desde marzo de 2022, siempre han sido un foco principal para Ucrania, pero su importancia aumenta actualmente teniendo en cuenta el nivel de destrucción que están sufriendo las infraestructuras de producción eléctrica. Ayer mismo, el ataque con misiles y drones rusos en Kiev -donde fueron alcanzados objetivos energéticos, industriales y también un edificio de pisos- y otras ciudades ucranianas, volvió a dejar sin luz ni calefacción a miles de familias en Ucrania en esta guerra energética que Kiev y Moscú luchan prácticamente a diario. Horas antes, Ucrania había utilizado sus Storm Shadows para atacar una refinería de petróleo en el sur de Rusia.
El presidente ucraniano abandonó Kiev cuando parte de la capital se encontraba a oscuras, aún bajo los ataques rusos y cuando comenzaba la última operación de las instituciones anticorrupción que hace unos meses trato de poner bajo su control. Tras provocar la huida de uno de los socios de Zelensky en la productora que le dio la fama, Kvartal 95, y el cese de la persona más importante para el presidente ucraniano, Andriy Ermak, la operación de ayer estaba dirigida a destapar una supuesta trama de corrupción y abuso de poder en la Rada. Según afirmaron los diputados Zheleznyak y Honcharenko, dos habituales de las filtraciones interesadas de las actividades de NABU y SAPO, la agencia y la fiscalía anticorrupción investigan el uso de sobornos a cambio de votos en el Parlamento nacional. Las malas lenguas, habitualmente bien informadas, afirman que la investigación será un nuevo golpe al entorno más cercano a Zelensky y Andriy Ermak, el cesado jefe de la Oficina del Presidente, que aún no ha sido sustituido y del que se dice que aún maneja los hilos en la sombra.
Horas antes de partir hacia Estados Unidos en un viaje en el que espera cerrar un acuerdo con Donald Trump sobre el plan de paz que imponer posteriormente a Rusia, Volodymyr Zelensky realizó uno de los muchos actos de entrega de medallas que realizan los presidentes en tiempos de guerra. Uno de los condecorados fue Yevhen Karas, líder primero del C14, cuyos miembros fueron acusados de asesinar a bocajarro al periodista Oles Buzina en 2014, y posteriormente de la unidad de drones Nachtigall, que toma su nombre de la unidad nazi que comandó durante la Segunda Guerra Mundial uno de los héroes de la extrema derecha ucraniana, Roman Shujevich. Karas es conocido, no solo por su radicalidad, sino sobre todo por su rechazo a esconderla o moderarla. Karas se ha destacado, por ejemplo, por enaltecer el papel de “los nacionalistas”, sin los que, en su versión, “Maidan habría sido un desfile del orgullo gay”. Racismo, homofobia, odio a Rusia y enaltecimiento del fascismo han sido algunas de las señas de identidad del condecorado. Es posible que, de todos los radicales nacionalistas y neonazis a los que Zelensky ha otorgado medallas, Karas sea el que menos ha escondido sus ideas, pero no ha sido el único ni posiblemente vaya a ser el último.
Esta práctica tampoco puede relativizarse como un acto justificado por la invasión rusa, ya que, en su etapa de presidente de paz, antes de cambiar el traje de tecnócrata por la camiseta verde militar, Volodymyr Zelensky ya había nombrado Héroe de Ucrania a Dmitro Kotsiubaylo, Da Vinci. En la etapa anterior, Petro Poroshenko había entregado personalmente su pasaporte ucraniano a Sergey Korotkij, Botsman, un conocido neonazi ruso que huyó a Ucrania para evitar la persecución policial a causa de sus crímenes en Rusia. La llegada a Ucrania de neonazis rusos para incorporarse a grupos previamente existentes -fundamentalmente Azov- o crear batallones a su medida ha sido otra constante desde el cambio de régimen que se consumó en febrero de 2014, en el que nacionalistas como los grupos de Karas, Yarosh, Korchinsky o Biletsky fueron las fuerzas de choque. Así es como llegaron a Ucrania neonazis seguidores de Brenton Tarrant, el asesino de Christchurch, como Alexey Levkin, líder de la banda M8l8th (el martillo de Hitler) o Denis Kapustin, cuya caída en el frente se anunció ayer.
“Esta noche, mientras cumplía una misión de combate en el frente de Zaporozhie, ha muerto heroicamente nuestro comandante Denis White Rex. Todos los detalles se anunciarán más adelante a medida que se establezcan las circunstancias del incidente. Definitivamente te vengaremos, Denis. Tu causa sigue viva”, escribió en las redes sociales RDK, el grupo paramilitar creado y liderado por Kapustin, Nikitin o White Rex, y Levkin y gque estos años ha actuado al servicio de las tropas del Directorio General de la Inteligencia Militar de Ucrania, es decir, el GUR de Kirilo Budanov.
“«Quiero demostrar que es posible luchar contra un tirano», afirmó. «Que el poder de Putin no es ilimitado, que los servicios de seguridad pueden golpear, controlar y torturar a los indefensos. Pero en cuanto se encuentran con una resistencia armada, huyen»”, escribió The New York Times citando a Kapustin en 2023, cuando la primera redada transfronteriza en Belgorod hizo célebre al RDK, conocido ya por actuar junto a otros grupos radicales de extrema derecha como Bratstvo o Kraken en las aventuras suicidas de Budanov. “Era la retórica de un luchador disidente por la libertad, pero había una nota discordante que emergía tan claramente como la insignia neonazi del Sol Negro en el uniforme de uno de los soldados: Kapustin y los miembros destacados del grupo armado que lidera, el Cuerpo de Voluntarios Rusos, defienden abiertamente opiniones de extrema derecha. De hecho, funcionarios alemanes y grupos humanitarios, incluida la Liga Antidifamación, han identificado a Kapustin como neonazi”, continuaba el artículo, que no mencionaba que White Rex había sido vetado del espacio Schengen por Alemania, que lo calificó como “uno de los activistas neonazis más influyentes” de Europa.
Los detalles sobre la muerte de Kapustin escasean, ya que solo se conocen la supuesta causa de la muerte, el ataque de un dron ruso, y la zona, Zaporozhie, datos que han causado dudas a quienes no ven a Rusia capacidad de perseguir y ejecutar de esa manera a un objetivo de tan alto perfil y que no se había prodigado especialmente por la línea del frente. La muerte de Kapustin se produce en un momento en el que las tropas de RDK están siendo enviadas a zonas complicadas del frente y están sufriendo fuertes bajas. En un mismo día de la semana pasada, el grupo anunció cinco muertes en el frente. La caída de White Rex coincide con la de su némesis, Stanislav Orlov, de ideología igualmente fascista y racista, que luchaba del lado ruso. Las dos muertes comparten la falta de detalles y la clara sospecha de haberse producido de manos de las autoridades rusas, que en el caso de Orlov habrían buscado eliminar a un grupo problemático que lo habría sido más aún en caso de desmovilización debido a un alto el fuego. Carne de cañón de una guerra en la que han formado lo batallones más radicales a uno y otro lado del frente, esas figuras y batallones se convierten en un peligro añadido en cuanto se acerca la paz. Pero pese a que la presencia de figuras o grupos racistas, fascistas o neonazis se ha producido en los dos países y en ambos ejércitos, su incidencia política es relevante únicamente en Ucrania, donde los camaradas de Kapustin anuncian su venganza.
“Denis «WhiteRex» Kapustin era un auténtico hombre de derechas que asumía responsabilidades, actuaba y no temía a nada. Y murió como un auténtico guerrero. Denis creó una unidad que se hizo legendaria por sus operaciones audaces, incluso temerarias. Es una pérdida enorme para nuestro movimiento, para el ejército ucraniano y para todo el Estado ucraniano. Lo recordamos. ¡Venguémonos!”, escribió Maksym Zhoryn, comandante adjunto de la Tercera Brigada de Asalto del general de brigada Andriy Biletsky. La Brigada recordaba también a Kapustin como el hombre que ayudó a formar las primeras unidades de la Tercera de Asalto y lo recordaba como un luchador contra la “Rusia imperial”. Al fin y al cabo, Kapustin, la Tercera de Asalto y la propia Ucrania coinciden en el objetivo de hacer Rusia más pequeña. Como declaró en 2023 a The New York Times, Kapustin era partidario de un país territorialmente más limitado, concretamente reducido a la Rusia europea, es decir, blanca. Mientras Zelensky busca la paz en Estados Unidos, los batallones radicales ucranianos claman venganza por su compañero caído.
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