Tras superar el bloqueo de Eslovaquia, obligada a garantizar que su imposición no vaya a suponer que el país sufra carencia de combustible, la Unión Europea logró ayer -durante la misma semana en la que ha decidido no imponer ninguna sanción a Israel- la aprobación del 18º paquete de sanciones contra la Federación Rusa desde la invasión de Ucrania del 24 de febrero de 2022. “Acojo con satisfacción la adopción esta mañana por la Unión Europea de un nuevo paquete de sanciones sin precedentes contra Rusia”, escribió Macron tratando de dar un toque de distinción a una medida que se ha convertido en una rutina que nunca ha conseguido sus objetivos. “¡Hecho! Esta mañana, los europeos hemos adoptado sanciones sin precedentes contra Rusia y los países que la apoyan. Francia ha desempeñado un papel clave en esta decisión. Junto con Estados Unidos, obligaremos a Vladimir Putin a aceptar un alto el fuego”, añadía su ministro de Asuntos Exteriores Jean-Nöel Barrot, que no se limitaba a exagerar el valor del paquete, sino que deseaba resaltar su papel en la imposición del 18º paquete de sanciones, reflejo claro de cuál ha sido el resultado de los 17 anteriores. “Estamos atacando el corazón de la maquinaria de guerra de Rusia”, escribió Úrsula von der Leyen con un triunfalismo que se ha repetido periódicamente desde hace tres años y medio.
“Seguimos manteniendo la presión sobre Rusia”, añadía el canciller Merz en un tono algo más realista. Como comentaba a raíz de la noticia Javier Blas, experto de Bloomberg, Rusia solo ha tardado semanas en adaptarse y lograr esquivar las sanciones que se le han impuesto hasta ahora. “Aún queda mucho por hacer. Pero cada medida tomada con claridad y determinación contribuye a acercar la guerra de Rusia a su fin”, sentenció la flamante primera ministra de Ucrania, Yulia Svyrydenko, para congratularse de la nueva medida, pero dando a entender que Ucrania espera aún más. Kiev no se conforma con los comentarios sobre acciones sin precedentes, sino que exige que se produzcan resultados.
En línea con los paquetes anteriores, el actual incluye más bancos rusos, buques de la flota fantasma con la que Rusia exporta petróleo, vuelve a tratar de imponer un tope de precio al que Rusia puede vender su crudo e incluye al Nord Stream. Para las autoridades europeas, no es suficiente que tres de los cuatro gasoductos de propiedad rusa y alemana fueran explotados bajo el mar en septiembre de 2022, sino que es preciso prohibir el gasoducto. Las sanciones unilaterales -y, por lo tanto ilegítimas- de la Unión Europea señalan también a unas infraestructuras indias en las que Rosneft refina el petróleo que posteriormente se exporta. La lógica de estas sanciones incluye tanto la dinámica de los 17 paquetes anteriores, que buscan minar la economía rusa y hacer imposible que pueda haber una normalización de las relaciones continentales más allá del fin de la guerra, como la marcada por el ultimátum de esta semana de Donald Trump.
El hecho de que Bruselas busque impedir que India contribuya a la exportación de petróleo ruso muestra el intento de la UE de unirse a las sanciones que Donald Trump ha prometido imponer contra Rusia y sus aliados económicos en caso de que Vladimir Putin no logre un acuerdo con Ucrania en los 50 días posteriores al ultimátum. China e India por ser clientes del petróleo ruso y Brasil como miembro de los BRICS y estar en la mira de Trump por las causas judiciales en las que se investiga el intento golpista posterior a la victoria electoral de Lula da Silva y a la que se vincula a Jair Bolsonaro, fiel aliado y protegido de Donald Trump. La amenaza estadounidense no ha provocado grandes declaraciones mediáticas por parte de Rusia, China o Brasil, a quien ya se ha impuesto a modo de sanción unos aranceles del 50% que, en la práctica, cierran el mercado estadounidense a los productos brasileños de forma similar a lo que lo harían los del 100%. Solo India, cuyo ministro de Energía ha afirmado que el país podría sobrevivir sin petróleo ruso, se ha referido de forma explícita a qué ocurriría si la advertencia de Trump se convirtiera en realidad. El comentario provocó la alegría de Andriy Ermak que, incluyendo su emoji favorito actualmente, los dos ojos mirando fijamente, escribió que “India no tendrá problemas para reemplazar el suministro de petróleo ruso si Estados Unidos impone nuevas sanciones”, para añadir que ese es el “camino para una paz justa”. “Bien. Este es el camino para poner fin a la guerra y lograr una paz justa. Y si no, entonces acabemos de una vez con la economía rusa”, sentenció.
Las palabras de Ermak, y especialmente el tono de anticipación de una victoria que ingenua o arrogantemente ya cree cercana, se ha repetido a lo largo de toda la semana. “Dado que Rusia no muestra ninguna intención de detenerse, estaríamos sinceramente agradecidos si Estados Unidos, utilizando su fuerza e influencia global, pudiera ayudar a aplicar una presión real sobre Moscú” escribió el miércoles, cuando ya había dado por hecho que a partir de septiembre se impondrán contra los aliados de Rusia sanciones secundarias que harían inviable su comercio con Estados Unidos, algo sin lo que el establishment ucraniano ni siquiera se plantea que se pueda sobrevivir. “Las sanciones estadounidenses al petróleo y el gas rusos afectarán a Putin donde más le duele. Gasta ese dinero en armas. Si se recortan los ingresos, se reduce su capacidad para continuar esta guerra”, ha alegado esta semana en una entrevista Volodymyr Zelensky hablando en futuro, pero dando por hecho que las sanciones secundarias se implementarán y, por lo tanto, que no habrá acuerdo en los próximos 50 días.
El discurso ucraniano pasa por dilatar la negociación y esperar a que transcurra el tiempo marcado por Donald Trump para dar paso a las sanciones, todo ello tratando de garantizar que sus acciones no sean vistas como obstáculos para el diálogo. En este sentido hay que leer el nombramiento de Rustem Umerov, que encabezó la delegación ucraniana en Estambul, como presidente del Consejo de Seguridad y Defensa. Posiblemente por la necesidad de mostrar una opinión constructiva, incluso el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, ha calificado de positiva la noticia. Sin embargo, teniendo en cuenta el fuerte aumento del flujo de asistencia militar que se espera este mes y que Ucrania está a pocas semanas de conseguir las sanciones contra Rusia que lleva años exigiendo, Kiev, que siempre ha visto la continuación de la guerra como un escenario más favorable que una paz con compromisos, no tiene grandes alicientes para negociar. Aun así, con el nombramiento de Umerov, más dialogante que el resto del equipo de Gobierno de Ucrania, al frente de una institución de tanto peso militar, Ucrania busca enviar a sus aliados el mensaje de que está dispuesta a negociar, prerrequisito para consolidar las sensaciones favorables de Donald Trump, que hace no tanto tiempo culpaba de la ausencia de paz fundamentalmente a Zelensky.
Como destacaba ayer The Washington Post, los países europeos han contribuido decisivamente en el cambio de opinión que Donald Trump ha tenido sobre Ucrania y, especialmente, sobre Volodymyr Zelensky. Esa labor de grupo de presión para destacar la valía del presidente ucraniano comenzó, según el medio estadounidense, antes incluso de que Zelensky abandonara Washington tras su humillación en el Despacho Oval. El medio británico The Telegraph añade el trabajo de Marco Rubio, halcón neocon sancionado por Rusia y China por sus posturas injerencistas, y Keith Kellogg, sin duda el más proucraniano de los miembros del equipo de política exterior de Donald Trump. La prensa ucraniana insiste también en el papel de Melania Trump. Desconocedor de la política rusa o ucraniana y sin interés por comprender la naturaleza del conflicto entre los dos países, en cuya resolución ha fracasado ya dos veces -en 2017 y en 2015-, el presidente de Estados Unidos es influenciable y sus opiniones son fácilmente manipulables. Pero pese a esos bandazos que Donald Trump ha realizado en el caso de la guerra y en otros aspectos de la política nacional e internacional, Ucrania se muestra confiada en que nada cambiará de aquí a septiembre y que la carga de la responsabilidad de aceptar el alto el fuego incondicional y sin ninguna promesa de avanzar hacia una negociación recae exclusivamente sobre Vladimir Putin.
Ucrania no parece temer el tiempo del que ahora dispone Rusia para empeorar notablemente la situación de Ucrania en el frente sino de convencer a Donald Trump de que, si no ha sido posible una negociación, se debe, al menos en parte, al hecho de que, como ha admitido él mismo, Zelensky haya enviado a Estambul a una delegación con órdenes de recibir la aceptación rusa del alto el fuego incondicional que es el ultimátum de los países europeos y negociar únicamente cuestiones humanitarias, pero nunca políticas. Sin embargo, en la labor de lobby presionando para imponer el discurso, Ucrania cuenta con recursos con los que no pueden competir ni Rusia ni una argumentación basada estrictamente en los hechos.
El reflejo perfecto de la sensación de invencibilidad que proyecta actualmente Ucrania es un comentario escrito por Andriy Ermak en las redes sociales y que ha repetido en sus apariciones mediáticas. “Ucrania busca la paz. Pero no la paz mediante la rendición o la pérdida de territorio. Una paz justa solo es posible cuando el agresor paga por sus crímenes y se retracta del terrorismo”. Durante meses, las menciones a la integridad territorial de Ucrania, que implican una guerra eterna contra Rusia hasta conseguir un objetivo prácticamente imposible, se limitaban a grupos como el formato Weimar+, que colocaba a los países europeos y la Unión Europea al margen de los intentos para lograr el inicio de una proceso diplomático en busca de la paz. Las palabras de Trump, la recuperación del lenguaje del ultimátum y la promesa de aumento de la asistencia militar a Ucrania han conseguido que Kiev recupere su objetivo de máximos, la recuperación de todos sus territorios incluida Crimea, silenciados -aunque no olvidados- durante los meses en los que Trump exigía muestras activas de que se buscaba un final dialogado.
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