La cifra de bajas militares acostumbra a ser el secreto mejor guardado de los bandos en conflicto, mientas que las muertes civiles son utilizadas como arma de la propaganda. Naciones Unidas actualiza regularmente su conteo de las bajas civiles (un dato posiblemente subestimado aunque suficientemente orientativo), que según el último informe ascendía a 11.743, 641 de ellos menores, una cifra que, pese a ser elevada, es proporcionalmente más baja que la que Israel está infligiendo en Gaza, donde las bajas de mujeres y menores suponen, incluso según los datos de la prensa israelí, dos tercios del total. La semana pasada un artículo publicado por The Wall Street Journal trataba de analizar el nivel de bajas militares de Rusia y Ucrania y comprender el efecto que pueden tener en el desarrollo de la guerra.
Como en cada artículo occidental que da una estimación de los soldados que ha perdido Ucrania, el punto de partida es alegar que las bajas rusas son infinitamente superiores a las ucranianas y reafirmarse en la idea de que Rusia lucha de tal manera que no se preocupa por las bajas y condena a sus soldados a tácticas suicidas en las que las tropas ucranianas pueden tranquilamente acabar con grandes cantidades de efectivos de la Federación Rusa. El hecho de que incluso las tropas ucranianas insistan en que no hay nada de cierto en la imagen de hordas desarmadas y desentrenadas corriendo directamente hacia la muerte -idea que han desmentido también oficiales ucranianos tan poco sospechosos de tener simpatías prorrusas como Andriy Biletsky- no ha conseguido eliminar esa falsa percepción. A base de subestimar las bajas de ciertas batallas -por supuesto, las más sangrientas-, este tipo de análisis extrapola una cifra de bajas rusas que no busca acercarse a la realidad sino consolidar la idea de que la guerra va bien para Ucrania y mal para Rusia.
Según The Wall Street Journal, en estos dos años y medio, Ucrania habría perdido casi medio millón de soldados, 80.000 de ellos muertos y 400.000 heridos, un ratio de 1:5, una cifra que ha causado la ira de Volodymyr Zelensky, que negó firmemente que ese dato, que procede de informes occidentales mucho más creíbles que las cifras que alega Ucrania, fuera real. El presidente ucraniano se aferra a los 31.000 soldados muertos que mencionó hace varios meses y que nadie, ni siquiera la prensa afín, tomó en serio. El objetivo claro de aquella declaración era insistir en la capacidad de lucha de Ucrania, reafirmar la superioridad de sus soldados con respecto a los rusos e insistir en que todo se desarrolla según el plan. No hay nada que temer, Ucrania es capaz de luchar sufriendo muchas menos bajas que el oponente. En ello, Zelensky cuenta con el inestimable apoyo de la prensa, dispuesta a presentar como creíble un ratio de 1:3, es decir, muchos más muertos por cada herido, y una cifra de bajas rusas absolutamente sobreestimada por motivos puramente políticos.
El artículo del medio estadounidense estima en “hasta 200.000” los soldados rusos muertos y 600.000 heridos. La información no procede, como en el caso de Ucrania, de un informe al respecto, sino del rumor interesado que Occidente quiere imponer como dogma que no hay que cuestionar ni verificar. De la mano de la BBC, Mediazona realiza un seguimiento continuo de las publicaciones y esquelas de soldados rusos. Su última actualización ha identificado a 71.057 soldados rusos muertos en la guerra, una cifra estratosférica, pero que es la tercera parte de la que las autoridades políticas occidentales quieren hacer pasar como real. Ningún medio está realizando, por supuesto, una tarea similar para identificar y contabilizar las bajas ucranianas, un dato que ha de protegerse para mantener la ilusión de que Ucrania dispone de los recursos, en este caso demográficos, para seguir luchando hasta recuperar todos sus territorios como desea Zelensky.
Además de dar una cifra de bajas muy superior a la que Zelensky quiere admitir, The Wall Street Journal recuerda las elevadas tasas de mortalidad, caída de la natalidad y la fuga de población que sufre el país. De los más de 40 millones de habitantes que Ucrania decía tener antes de 2022 -falsamente, ya que incluso antes de la invasión rusa Ucrania trataba de esconder la evidente pérdida de población a base de retrasar eternamente la realización de un nuevo censo-, se habría pasado a 25-27 millones en los territorios bajo su control. En su estimación más baja, sería la mitad de los 50 millones de población de los que se mostraba orgullosa la República Socialista Soviética de Ucrania.
La cuestión demográfica, unida a las bajas de la guerra, es uno de los factores que, pese a la propaganda ucraniana, lastran las posibilidades de luchar con garantías de forma indefinida. La admisión implícita de esas dificultades es el constante intento de Ucrania de conseguir que los países de la Unión Europea incentiven el retorno de la población refugiada. A ello se suman las medidas para impedir que los hombres en edad militar abandonen el país, la movilización perpetua sin que se hable nunca de desmovilización de quienes llevan años luchando y el rumor constante de la rebaja de la edad de reclutamiento. Como recuerda The Wall Street Journal, Ucrania es reacia a movilizar a la cohorte de 20-25 años, peligrosamente escasa a causa de la decadencia demográfica -y económica- de los años 90 y que aún no ha formado familias ni ha tenido descendencia, por lo que su pérdida supondría agravar el problema en el futuro.
“La edad es un factor clave: la media de los militares ucranianos es de 45 años. De los 30 soldados de infantería que componen una unidad, según el comandante adjunto de la 72ª brigada, alrededor de la mitad tenía alrededor de 40 años, sólo cinco eran menores de 30 y el resto tenía 50 años o más”, escribe esta semana Financial Times sin explicar que la pirámide de población de Ucrania explica una parte de la elevada edad media de los soldados ucranianos. Amigos de Ucrania como Lindsey Graham exigen a Zelensky rebajar la edad de reclutamiento para aumentar el contingente ucraniano en la guerra y disponer de efectivos necesarios para una futura ofensiva contra las tropas rusas. Esa exigencia ignora la realidad demográfica y las implicaciones de enviar al frente a un grupo de edad que el país pretende proteger. La situación actual del frente supone un peligro añadido. “Rusia abruma a las tropas ucranianas en el frente del este”, titula Christopher Miller en uno de los dos artículos esta semana y que alertan de la grave situación que sufre Ucrania en el frente de Donetsk.
“Este mes, durante seis agotadores días, un pequeño equipo de experimentados soldados ucranianos consiguió resistir el implacable asalto ruso a su posición en el frente oriental. Los seis hombres, todos ellos menores de 40 años y con dos años de experiencia en combate, resistieron a pesar de la lluvia de cohetes y mataron a más de 100 soldados rusos, según declaró su comandante en la región oriental ucraniana de Donetsk”, añade, siempre dando por cierta la versión de los oficiales ucranianos, que se presentan a sí mismos con la épica de los 300 espartanos y su rey Leónidas contra los persas. “Las tropas que los sustituyeron tuvieron menos éxito. De los ocho soldados rotados, sólo dos tenían experiencia de combate. Los seis nuevos reclutas -la mayoría mayores de 40 años- murieron o resultaron heridos en menos de una semana, lo que obligó a la unidad a retirarse”, añade Miller, que describe a los reclutas como mal entrenados e incapaces de sustituir a los soldados veteranos, una situación especialmente preocupante en la infantería, cuyas tropas “están luchando contra el agotamiento y la baja moral, lo que lleva a algunos a abandonar sus posiciones y permitir a Rusia capturar más terreno, según los comandantes de primera línea”. “Los comandantes estimaron que el 50-70% de las nuevas tropas de infantería murieron o resultaron heridos en los primeros días de su primera rotación”, escribe Miller, que cita a uno de los comandantes de la 72ª Brigada, que lucha en Ugledar, afirmando que “cuando los chicos nuevos llegan a la posición, muchos de ellos salen corriendo con la explosión de la primera bomba”. Situada en la parte más meridional del frente del este, Ugledar se encuentra prácticamente sitiada mientras rusos y ucranianos luchan dentro de la ciudad, donde según Boris Rozhin, Colonel Cassad, la resistencia organizada ucraniana se mantiene debido a que no se ha dado la orden de retirada, cada vez más difícil teniendo en cuenta la superioridad rusa en los alrededores de la flanqueada ciudad. Los reclutas que, según sus propios comandantes, huyen ante las explosiones, han sido enviados a una batalla perdida para retener un fortín cuya defensa hace mucho tiempo que carece de sentido y que provoca que incluso los soldados declaren a la prensa que el reclutamiento o presentarse voluntario es “un billete solo de ida” a la guerra. Aunque posteriormente haya que afirmar que no ha habido bajas o que, si las ha habido, las rusas son increíblemente más altas.
Comentarios
Aún no hay comentarios.