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Wagner y la «amenaza rusa» en África

Desde su nacimiento, la existencia del ejército de Evgeny Prigozhin, que generalmente ha actuado como subcontrata del Gobierno ruso, ha estado acompañada de la polémica que implica el creciente protagonismo militar y mediático de una fuerza privada con claras aspiraciones empresariales y políticas. Con pruebas gráficas, los mercenarios de Prigozhin han sido acusados de graves crímenes en su participación en las guerras de Siria y Libia, donde no siempre han actuado junto a las tropas regulares rusas sino cumpliendo contratos con el Estado en el que actuaban. Con el tiempo, Wagner se ha aprovechado del contexto de desestabilización, fracaso en la actuación de las potencias coloniales que se habían hecho cargo de la seguridad y de la privatización general de la guerra para extender su presencia internacional, fundamentalmente en el continente africano.

Al igual que otras empresas militares privadas de las que ha obtenido el modelo y la estructura, fundamentalmente la sudafricana Executive Outcomes, la presencia de Wagner en África se produce en países con escasos recursos propios, crecientes conflictos internos y recursos naturales. La opacidad sobre los contratos firmados dificulta conocer los términos de los acuerdos bilaterales entre países como República Centroafricana, en el que la presencia de Wagner es más importante, y la empresa. El halo de propaganda que rodea a Evgeny Prigozhin hace aún más complicado conocer realmente cuál es la presencia real de su ejército en los diferentes países y los términos según los que trabaja. Es más, tras el fallido motín del 24 de junio, cuando rápidamente comenzaron a circular rumores interesados de la marcha de Wagner de la República Centroafricana, el presidente Touaderá, cuya seguridad depende actualmente de sus aliados rusos, afirmó no tener ningún contrato con la empresa sino con el Estado ruso. Las tropas de Wagner se encuentran en el país después de que Rusia solicitara en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una exención al embargo de armas para la República Centroafricana. Como explica John Lechner, experto en el país, en un momento de extrema gravedad, las tropas rusas lucharon, junto a las centroafricanas, un contingente de Ruanda y cascos azules de Naciones Unidas, para defender Bangui, la capital del país, ante el riesgo real de ser capturada por una alianza de fuerzas rebeldes. Desde entonces, las fuerzas centroafricanas, con ayuda de Wagner, han logrado, aunque sin acabar con la insurgencia, mejorar la situación de seguridad del país.

República Centroafricana es el país en el que Wagner cuenta con una mayor y más importante presencia. Frente a los rumores de retirada de los que se hablaba en las primeras horas posteriores al fallido motín, Prigozhin no ha retirado sus fuerzas sino que ha realizado relevos habituales y aspira a ampliar su presencia en África. Wagner ha sido retirada del frente ucraniano y ha debido entregar su armamento pesado al Ministerio de Defensa, pero la importancia de la empresa para la limitada presencia rusa en África ha hecho imposible que el Estado acabe con el creciente imperio económico de Prigozhin. En los días posteriores al fallido motín, Vladimir Putin recordó las enormes cantidades de financiación que Wagner ha obtenido del Estado a través de los diferentes contratos con la empresa. Sin embargo, las empresas asociadas a Prigozhin -no necesariamente Wagner, que es solo una más de las diferentes empresas pantalla que Prigozhin utiliza a nivel nacional e internacional- cuentan con otras fuentes de financiación en el extranjero. Al igual que ocurriera en los años iniciales de Executive Outcomes, nacida del caos desregulador de los años finales de la Guerra Fría y del neoliberalismo, al menos una parte del pago por los servicios prestados a países como República Centroafricana, Sudán o Malí se produce en forma de concesiones mineras que pueden resultar muy lucrativas para condotieros con capacidad empresarial. Es el caso de Hedmeti en Sudán, que se enriqueció gracias al monopolio que su milicia consiguió en la producción de oro, o de Prigozhin, que aspira también a mantener ese tipo de presencia en los países en los que Wagner ofrece servicios militares o de seguridad.

En los últimos días, Prigozhin se ha interesado por la situación en Níger, que ha explicado con argumentos económicos y antiimperialistas: las poblaciones africanas se han hartado del saqueo y expolio de los recursos naturales del continente. Sus palabras han sido ampliamente utilizadas a nivel mediático para alertar sobre el peligro de una posible caída de Níger en el bando de países prorrusos entre los que se incluye a República Centroafricana, Mali y Burkina Faso, que en los últimos meses han luchado contra el legado colonial expulsando de sus países a las tropas francesas que permanecían sobre el terreno. La presencia europea y norteamericana en el Sahel responde a un triple objetivo: la lucha antiterrorista, la lucha contra la inmigración ilegal hacia el jardín europeo y la competición entre grandes potencias. Francia, que en el Sahel actúa básicamente de brazo ejecutor de la estrategia común en la que Estados Unidos se encarga de aspectos de inteligencia y control, se ha jactado de los fracasos de Wagner en este ámbito, pero no ha obtenido mejores resultados.

La presencia de Wagner en Mali es cuestionada y se acusa a las tropas de Prigozhin de haber participado en una masacre en la que según Human Rights Watch fueron asesinados 300 civiles. Según Naciones Unidas, los “aliados rusos” no habrían participado en la persecución, pero sí en el asesinato de quienes intentaban huir.

Los países occidentales insisten constantemente también en el fracaso de las fuerzas rusas en la lucha contra la insurgencia de Cabo Delgado en Mozambique. Tras una misión fallida contra una filial del Estado Islámico, Wagner se retiró de Mozambique sin que recayeran sobre su actuación acusaciones de atrocidades. El país contrató a una empresa militar privada británica, cuya misión sufrió el mismo desenlace, pero que vino acompañada de graves acusaciones de ataques indiscriminados y con armamento pesado contra la población civil.

Pese a la negativa valoración del trabajo de contrainsurgencia de Wagner, el balance de Francia y Estados Unidos en su lucha antiterrorista en África difícilmente es mejor: la inestabilidad y los ataques a la población civil han aumentado notablemente desde que comenzara esa labor. Con una presencia mucho menor en número de efectivos y de recursos, la comparación entre Wagner -o Rusia- y Francia o Estados Unidos forma parte de la propaganda. Sin embargo, esa propaganda es efectiva y los más radicales han comenzado ya a hablar de la posibilidad de un “imperio ruso” que se extienda desde Sudán hasta Burkina Faso, país que expulsó también a las fuerzas francesas y en el que se ha rumoreado que existe ya presencia de Wagner aunque no exista ninguna evidencia para afirmarlo. Tampoco hay evidencias para afirmar, como está haciendo parte de la prensa, que la influencia de Wagner y de Rusia en Mali sea determinante. En ninguno de los casos de los países supuestamente prorrusos del Sahel se ha constado un aumento sustancial en las relaciones económicas con Rusia.

La situación en Níger y la reacción política y mediática internacional muestra que el objetivo real de la presencia occidental en el Sahel responde, además de a las razones económicas, a la lucha entre grandes potencias. Como han explicado repetidamente los medios atlantistas, el posible abandono de la región de las fuerzas francesas y estadounidenses que lideran todo un contingente en el que tienen presencia otros países europeos y norteamericanos como Canadá – que cuenta con una presencia minera en África muy superior a la rusa actual o a la que Prigozhin puede aspirar- dejaría la región abierta a Rusia y China, algo que Occidente no puede permitirse.

Expulsadas de Burkina Faso y Malí, las fuerzas francesas han hecho de Níger el centro neurálgico de su presencia en el Sahel, donde comparten protagonismo con las bases militares estadounidenses, de importancia no táctica, sino estratégica. Esos activos estadounidenses son considerados clave, de ahí que Estados Unidos haya evitado calificar de golpe de estado lo ocurrido estas semanas en Níger, ya que esa calificación supondría automáticamente el cese en la cooperación entre los dos países. Washington no puede permitirse perder su presencia en el país, en el que ha construido una de las bases militares más caras jamás construidas por la aviación estadounidense.

La importancia de Níger para los planes estratégicos de Estados Unidos y Francia ha hecho aumentar la propaganda relativa al peligro de intervención de tropas rusas. La situación en Ucrania hace absolutamente inviable para Rusia participar, siquiera de forma indirecta, en la posible guerra que pudiera resultar de una hipotética intervención de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO por sus siglas en francés, ECOWAS por sus siglas en inglés), cuyo ultimátum para la rendición de la junta militar expira hoy domingo. Sin embargo, la presencia de algunas banderas rusas entre los manifestantes que han defendido a la junta militar o han protestado contra la presencia de Francia en el país ha sido suficiente para dar por hecha la futura presencia de Wagner y de Rusia en caso de caer del lado de los países que, como Mali y Burkina Faso, han rechazado el legado colonial expulsando a las tropas francesas.

La presencia de banderas rusas en los países africanos ha sido una constante en los últimos años, especialmente en el Sahel. En ella hay que observar dos fenómenos diferentes. Por una parte, un uso propagandístico organizado fundamentalmente por los recursos vinculados a Evgeny Prigozhin en aquellos países en los que Wagner ha conseguido presencia, fundamentalmente en República Centroafricana, donde una parte de la población, de forma espontánea, agradece también a las fuerzas rusas la mejora en la situación de seguridad. Por otra parte, en lugares como Burkina Faso y Mali en el inicio de las protestas, al igual que en Níger actualmente, las banderas rusas pueden entenderse simplemente como símbolo del rechazo a la potencia colonial en favor de otra alternativa. Como pudo constatarse en la cumbre Rusia-África, en la que los países africanos no dudaron en criticar a Moscú en los aspectos que consideraron oportuno, el legado ruso en el continente no es el de potencia colonizadora, sino heredera de uno de los escasos países que apoyaron activamente la lucha anticolonial. En un momento en el que esa regresa esa retórica para rechazar la presencia militar de las potencia coloniales, los símbolos rusos no necesariamente muestran apoyo a Moscú sino rechazo a las potencias occidentales, especialmente a Francia.

En el caso de Níger, la cercanía de la junta militar a los gobiernos de Mali o Burkina Faso, cuyo presidente interino causó una gran sensación en la cumbre Rusia-África de la pasada semana, y la presencia de banderas rusas en las manifestaciones favorables al actual líder Tiani o contra la presencia francesa han sido suficientes para que gobiernos y medios afines alerten sobre el peligro ruso. Ayer, AP citaba fuentes de Mali y un diplomático francés que alegaban que la junta de Níger había solicitado asistencia a Wagner, con quien habría contactado durante la visita de una delegación a Mali esta semana. Es posible que esos contactos y esa petición se haya producido, pero el resultado es más incierto. Los recursos humanos y materiales con los que Wagner cuenta en el continente son limitados y difícilmente pueden trasladarse a Níger sin incumplir los acuerdos actualmente existentes.

La amenaza rusa que Occidente utiliza ahora es, si no inexistente, cuando menos exagerada, ya que el tiempo y medios necesarios para lograr una presencia mínimamente significativa no favorecen a Wagner sino a Nigeria, que lidera la amenaza a Níger y cuenta con el apoyo explícito de Francia, con presencia sobre el terreno. Aun así, el peligro de Wagner es útil a la hora de justificar el apoyo al ultimátum de la CEDEAO, al rechazo al golpe de estado cuando se han aceptado cambios de gobierno similares en países del entorno en los últimos años y la línea roja que Níger supone tanto para Francia como para Estados Unidos, no por la perspectiva de presencia rusa, sino por la posible pérdida de infraestructuras estratégicas tanto en el ámbito de los recursos naturales como en el aspecto militar de control del territorio.

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