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Agricultura, Armas, Economía, Ejército Ucraniano, ONU, Rusia, Ucrania

Escalada de amenazas

Las consecuencias de la ruptura del acuerdo de exportación de grano ucraniano anunciada por Rusia horas después de que Ucrania atacara el puente de Crimea continúan siendo el centro del discurso tanto en Moscú como en Kiev. El lunes, Rusia acusó a Ucrania de aprovecharse del corredor humanitario para la exportación de grano para lanzar los drones marítimos con los que causó daños importantes en el puente de Kerch y dos víctimas mortales, el padre y la madre de una menor que ahora son fuente de las burlas de los más radicales nacionalistas ucranianos en las redes sociales. El ataque, unido a una serie de propuestas por parte del secretario general de Naciones Unidas que llegaron demasiado tarde y carecían de viabilidad, confirmó lo que hasta la semana anterior parecía la opción más posible, que Rusia abandonara el acuerdo. Solo las palabras de Vladimir Putin, que el pasado viernes se mostró abierto a renovar el acuerdo y el prematuro anuncio del presidente Erdoğan, que dio por hecha la prórroga, modificaron brevemente las apariencias. Hasta ahora, pese a no lograr desbloquear sus exportaciones de fertilizantes, conectar su banco agrícola al sistema internacional SWIFT ni reabrir la tubería Togliati-Odessa para la exportación de fertilizantes, Rusia había primado el beneficio que le reportaba el acuerdo en forma de control sobre el tránsito del mar Negro y también de evitar la campaña de propaganda en su contra que se está produciendo ahora mismo.

La salida de Rusia del acuerdo puso rápidamente en marcha la campaña de propaganda que la presenta como única culpable del posible empeoramiento de la seguridad alimentaria mundial y del aumento de los precios del grano. Moscú carga con una parte de la responsabilidad por las consecuencias del bloqueo del grano ucraniano, pero Occidente lo hace también por poner más obstáculos a los productos agrícolas rusos -por medio de sanciones secundarias y desconexión del mercado- que a su gas o petróleo. Al contrario que con el grano y los fertilizantes, la desaparición del gas y el petróleo ruso del mercado mundial supondría graves consecuencias para la economía, causando en los países que imponen las sanciones mucho más que el aumento de precios que se ha producido. Los intereses económicos son un factor importante en esta guerra no solo para Moscú.

Mientras observaba la incapacidad de Naciones Unidas para encontrar la solución que prometió para desbloquear las exportaciones de fertilizantes rusos, Rusia no solo ha exigido el cumplimiento de esa parte del acuerdo sino que ha tratado de insistir en que el grano ucraniano no era la base de la seguridad alimentaria mundial como repetía la propaganda de Kiev. Moscú lo ha hecho apelando a los datos de las exportaciones, que mostraban el limitado peso de los envíos a países del sur global, e insistiendo en que la actitud de países como Polonia, que prohibieron la venta del grano ucraniano para proteger a sus productores, mostraba que Ucrania estaba priorizando la venta a países desarrollados mientras se presentaba como salvadora del mundo frente al hambre. Sin embargo, la capacidad rusa de colocar su mensaje en la prensa mundial es nula y ni siquiera las quejas de aliados ucranianos sobre la excesiva presencia de grano ucraniano y la publicación de los destinos de los productos ucranianos a lo largo de este año ha logrado que resulte contradictoria la actual campaña mediática ucraniana.

Expirado ya el acuerdo, era evidente que Ucrania trataría de buscar una fórmula para mantener sus exportaciones. También lo era que, como escribía The Wall Street Journal, ninguna naviera “en su sano juicio” se arriesgaría a navegar por lo que hasta el lunes fuera un corredor naval seguro “sin garantías”. La amenaza de ser confundido con un buque militar era obvia sin necesidad de que Rusia hiciera explícita su amenaza de considerar potencial cargador de material militar a cualquier buque que transite hacia los puertos ucranianos. Hacer explícita esa amenaza, que ya había quedado lo suficientemente clara con la retirada de garantías, quizá pretendiera ser una advertencia para posibles buques de carga dispuestos a arriesgar la vida por llegar, a cambio de una buena cantidad, a los puertos ucranianos. Sin embargo, la declaración ha supuesto un argumento más para la propaganda ucraniana.

Ayer, en su línea de utilizar todo hecho producido en el país para exigir a sus socios nuevas armas, Mijailo Podolyak volvía a insistir en la importancia de Ucrania en el Programa Mundial de Alimentos y, en la misma frase, reiteraba su habitual demanda de misiles de largo alcance y defensas antiaéreas. En los últimos tres días, Ucrania ha sufrido fuertes ataques con misiles contra los puertos del mar Negro. El final del acuerdo para la exportación de grano supone para Rusia la pérdida del control que le garantizaba participar en el registro del cargamento que transitaba a través del Bósforo, evitando así la posibilidad de que el armamento occidental llegara a las costas ucranianas. Ese control ha desaparecido, por lo que puertos como los de Odessa o Nikolaev se han convertido automáticamente en un objetivo para Moscú. Ucrania ha aprovechado el año de ausencia de peligro de lucha naval para lograr de sus socios armamento con el que atacar, por ejemplo, a los buques de la flota rusa del mar Negro en Crimea o el puente de Kerch. Kiev dispone ahora de misiles de más larga distancia de lo que disponía hace año y medio, cuando fue capaz de alcanzar y destruir el Moscva, una de las banderas de esa flota.

El peligro en el mar Negro es ahora mucho más elevado que hace un año, como lo es también la dificultad para que Rusia pueda imponer un bloqueo que sí logró en los primeros meses de su intervención militar. De ahí el énfasis que ha puesto en los últimos días en sus ataques contra las infraestructuras portuarias de Ucrania, en los que ha utilizado misiles Onix. Las imágenes que se han mostrado estos días prueban la efectividad de los ataques, confirmado por el hecho de que ni siquiera Ucrania, acostumbrada a alegar haber derribado la totalidad o práctica totalidad de los misiles y drones rusos, ha intentado de momento convencer al público de haberlos derribado.

La propaganda ucraniana ha adoptado otras dos líneas generales. En primer lugar, y coherente con su actuación de los últimos nueve años, ha acusado a Rusia de planear torpedear los buques que transiten por el mar Negro para posteriormente acusar a Kiev. El argumento no es más que la repetición de algo que Ucrania ha repetido constantemente a lo largo de la guerra de Donbass: cada bombardeo ucraniano era, según Kiev, una falsa bandera rusa para manchar la imagen del ejército ucraniano. Ucrania utilizó el mismo argumento para acusar a Rusia del bombardeo de la cárcel de Elenovka o de la central nuclear de Zaporozhie, ambas bajo control ruso. Ayer, Ucrania elevó la apuesta y adoptó como propia la amenaza rusa a la navegación. Según la armada ucraniana, cualquier buque que transite hacia los puertos rusos del mar Negro o hacia los puertos que considera ucranianos, es decir, los de Crimea, serán considerados como potenciales cargadores de material militar. Kiev repite la amenaza rusa, aunque con una diferencia: en la parte del mar Negro bajo control ruso, existe también transporte civil. Ucrania es perfectamente consciente de ello. Al fin y al cabo, ese ha sido el medio de transporte sugerido a la población rusa de Crimea para abandonar la península. Y Kiev ha dejado claro esta semana que es capaz de atacar vías de transporte por las que transita la población civil.

No es casualidad que Oleksiy Danilov, uno de los portavoces de esa sugerencia de abandono de la península, haya sido el encargado de verbalizar la segunda de las líneas de propaganda. Ucrania no ha dispuesto de tiempo para sugerir a sus socios que ejerzan de protección para las exportaciones ucranianas. Antes incluso de que se produjera esa petición, Washington había negado ya la posibilidad de escoltar a los buques hacia y desde los puertos ucranianos. Dmitro Kuleba aclaró ayer que Ucrania está dispuesta a “arriesgar la vida” por continuar las exportaciones. No lo hace por el bien de la población mundial sino por beneficio propio. Ucrania no ha podido apelar a Estados Unidos, por lo que el presidente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional se ha dirigido directamente a Naciones Unidas, a quien ha exigido la creación de un corredor humanitario protegido por armamento pesado. Una vez más, Ucrania se aprovecha de la coyuntura, en este caso del gran aumento del peligro en el mar Negro, para tratar de involucrar a sus socios de forma directa en la guerra.

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