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«Ocupantes» de un «gran campamento militar»

“La aviación de combate rusa debe ser destruida dondequiera que se encuentre, utilizando todos los medios eficaces. Atacar aeródromos rusos también está totalmente justificado. Necesitamos una decisión de seguridad conjunta con nuestros socios”, escribió el domingo Volodymyr Zelensky. El Gobierno ucraniano, acostumbrado a utilizar los acontecimientos para seguir avanzando hacia conseguir de sus socios cada uno de los elementos de su lista de deseos, se aferra ahora al uso de bombas guiadas para exigir un esfuerzo aún mayor a sus principales proveedores. En las últimas horas, la Unión Europea ha confirmado el envío de los primeros 1.400 millones de euros fruto de los beneficios de los activos rusos incautados en los países europeos. Días antes, los Países Bajos confirmaron la pronta llegada de los primeros F16, que podrán ser utilizados contra el territorio ruso además del ucraniano según sus fronteras de 1991. Y esta semana se ha debatido ampliamente, en ocasiones debido al enfado de algunos países aliados de Estados Unidos, que Washington priorizará a Ucrania por encima de otros países y contratos firmados en lo que respecta al suministro de munición para los sistemas antiaéreos Patriot. La producción de esos misiles, tremendamente costosos, es limitada y se precisa una jerarquía a la hora de realizar las entregas, dato que muestra los límites de la industria militar occidental, pero también la importancia que ha adquirido Ucrania para esos países.

Saberse prioridad de la primera potencia económica, militar y política a nivel global no provoca en Kiev la gratitud de quien es consciente de que su Estado está siendo mantenido desde el exterior de forma artificial, sino más exigencias. Nada más recibir de Washington y sus socios europeos el permiso para el uso de armamento occidental en las zonas fronterizas de la Federación Rusa, Ucrania comenzó su campaña para lograr más concesiones, concretamente ampliar los límites territoriales en los que se le permite atacar e incluir los misiles de largo alcance ATACMS en la lista de armamento con el que golpear objetivos en el país vecino. A ello se refiere precisamente la frase de Zelensky, escrita el mismo día en el que sus tropas habían utilizado esos misiles en el territorio en el que sí tienen permiso para atacar: la península de Crimea.

Hasta ahora, el éxito de Ucrania tanto en la destrucción de infraestructuras en Crimea como en su aproximación a la península ha sido escaso y se limita fundamentalmente a la flota, donde el GUR de Kirilo Budanov ha logrado sus mayores éxitos prácticamente eliminando de la contienda a uno de los activos más importantes de la Federación Rusa. Aparatosos y sorprendentes para la población en un principio, los ataques con drones contra las ciudades de la península han obligado a modificar las posiciones de los puestos de mando, pero no han podido modificar tanto como Ucrania esperaba la vida civil. Así se demostró el domingo con las imágenes de la gran afluencia de personas, residentes locales y turistas, en las playas de Sebastopol, cuando Ucrania utilizó sus misiles estadounidenses para atacar a plena luz del día. La apelación de las autoridades de Kiev a abandonar el territorio a través del puente de Kerch “mientras siga disponible”, como afirmó Mijailo Podolyak o el triunfalismo de ver en las colas de turistas abandonando Crimea tras sus vacaciones la “desocupación voluntaria”, como hiciera Maksym Zhoryn, no se han traducido en el cambio demográfico al que aspira Ucrania de forma cada vez más clara.

No existe en las autoridades ucranianas la más mínima consideración por la población de Crimea. Así pudo comprobarse en los meses previos al inicio de la contraofensiva de 2023, en la que Ucrania estaba tan convencida de que lograría acercarse y asediar la península que se permitió incluso presentar sus planes para la población. Todo el entorno de Zelensky, aunque curiosamente no el presidente, que busca mantener una postura aparentemente más neutral, planteó sus propuestas, que se pueden resumir en castigo, limitación de derechos civiles y expulsión de parte de la población. La postura del jefe de Estado también está clara, ya que antes incluso de la invasión rusa llamó a la población ucraniana que se siente rusa a abandonar el territorio y mudarse a la Rusia continental.

El fracaso ucraniano en la contraofensiva, con la que no fue capaz de aproximarse siquiera mínimamente a Crimea, no ha limitado las ambiciones de Ucrania. Imposible el acercamiento por tierra, Kiev aspira a utilizar la táctica con la que la liberal rusa Yulia Latynina afirmaba que Crimea “caerá de forma automática”: el uso de misiles estadounidenses para destruir las bases militares y hacer imposible el control del territorio. Quienes se aferran a esta posibilidad no tienen en cuenta la capacidad rusa de defenderse de los misiles ucranianos -Rusia derribó los cinco ATACMS disparados por Ucrania, uno de los cuales causó cinco muertes y casi 150 heridos en la playa el domingo- ni la actitud de la población, que ha dejado claro que desea continuar viviendo con la normalidad que permite la guerra y que no ha abandonado su apoyo a la Federación Rusa. Quizá por ello, la postura de Ucrania hacia ella se ha tornado aún más hostil.

Horas después del ataque, en el que habían muerto cinco bañistas, el comandante adjunto de la Tercera Brigada de Asalto y uno de los dirigentes del Corpus Nacional, el ala política del movimiento Azov, llamaba a la guerra total en el territorio y no se lamentaba de las bajas civiles, entre ellas de menores, que habían producido. Su apoyo a Rusia hacía de que esas personas no deban considerarse civiles, una definición que Ucrania ha utilizado desde 2014 en Donbass. Aquel verano, en el que se produjo una parte importante de las muertes civiles, las autoridades y los medios de Kiev acostumbraban a hablar de terroristas a la hora de jactarse de las bajas infligidas. Así ocurrió, por ejemplo, el bombardeo del centro de Gorlovka el 27 de julio de 2014.

Ayer, en unos términos no excesivamente diferentes a los utilizados por el segundo de Andriy Biletsky, Mijailo Podolyak, uno de los principales asesores de la Oficina del Presidente, Gobierno de facto de Ucrania, afirmaba que “no hay ni puede haber «playas», «zonas turísticas» y otros signos ficticios de «vida pacífica» en Crimea”. Cualquier signo de vida mínimamente normal es presentado en Ucrania como un acto épico de resistencia frente a Rusia, pero la población de Crimea no merece disfrutar de sus playas. “Crimea es definitivamente un territorio extranjero ocupado por Rusia, donde hay hostilidades y una guerra a gran escala. La misma guerra que Rusia desató sólo con fines genocidas e invasivos”, continuó Podolyak olvidando la guerra iniciada por Ucrania en 2014 y sin la que no puede entenderse la situación actual y, sobre todo, utilizando su idea preferida, la de acusar a Rusia de genocidio. El 2 de mayo, Podolyak denunciaba un ataque ruso en el que se habían utilizado misiles con munición de racimo contra la ciudad de Odessa y entre los tres “componentes” que resaltaba el asesor de Andriy Ermak estaba el de “genocida”. Según el medio ruso opositor The Moscow Times, en el ataque se produjeron 13 víctimas, ninguna de ellas mortal. El ataque ucraniano, que costó más de un centenar de heridos y varias víctimas mortales es, para Podolyak, igualmente genocida, eso sí, culpando esta vez a quien trataba de evitar que los misiles impactaran en su territorio.

El argumento de Podolyak, que en la prensa occidental ha sido correctamente interpretado como la opinión del Gobierno ucraniano, es el mismo que el de Zhoryn. “Crimea es también una gran base y almacén militar, con cientos de objetivos militares directos, que los rusos tratan cínicamente de ocultar y encubrir con sus propios civiles.”, escribió justificando cualquier ataque presente o futuro y aparentemente adhiriéndose a la táctica israelí de calificar de escudo humano a cualquier civil palestino, para finalmente sentenciar “que a su vez son considerados… civiles ocupantes”. La unidad del pueblo ucraniano que Kiev y sus medios afines pregonan desde hace más de dos años no se extiende a la población más allá del frente, especialmente a aquella de Crimea y Donbass, que ha mostrado activamente haber elegido a Rusia en lugar de a Ucrania. La población local no es ya ucraniana ni precisa su liberación sino que es convertida en ocupante y susceptible de ser castigada, ver sus derechos limitados, o expulsada. La actitud de políticos tan importantes muestra el peligro que supone la voluntad de Ucrania de luchar hasta la victoria final, una para la que ya han transformado a la población civil de Crimea y Donbass en ocupantes y sus territorios en grandes bases militares en los que todo está justificado.

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