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Donbass, Libertad de prensa, Propaganda, Rusia, Ucrania

«Libertades» limitadas

En Ucrania “aumenta la preocupación por el recorte en las libertades de prensa”, titula esta semana un artículo publicado por The New York Times, que parece sorprenderse al conocer que “los periodistas afirman que son objeto de crecientes restricciones y presiones por parte del Gobierno del presidente Volodymyr Zelensky y añaden que las medidas van más allá de las necesidades de seguridad en tiempos de guerra”. El artículo, en el que se mencionan casos concretos de veto gubernamental a personas en los medios, prohibiciones o espionaje a periodistas, coincide en el tiempo con un informe de Reporteros Sin Fronteras que afirma que “la presión contra los medios de comunicación independientes en Ucrania aumenta desde hace varios meses” e “insta a las autoridades ucranianas a que apliquen las recomendaciones de su hoja de ruta, presentada hace un año, para proteger el periodismo independiente y el derecho a la información en el país”.

“Vigilancia, amenazas de alistamiento en el ejército, mayor control de las autoridades… Aumentan las presiones y los obstáculos políticos sobre los medios de comunicación ucranianos. Desde principios de 2024, al menos cinco periodistas han sido vigilados o amenazados a causa de publicaciones sobre corrupción”, reporta la organización, detallando una situación que no es nueva ni desconocida, pero que habitualmente queda oculta por la voluntad occidental de proteger a Ucrania de acusaciones de autoritarismo o limitación de derechos tan fundamentales como la libertad de expresión o incluso de pensamiento.

“Periodistas y medios de comunicación afirman que una serie de casos recientes apuntan a un entorno informativo cada vez más restrictivo”, sentencia The New York Times, que procede a detallar, desde un punto de vista escasamente crítico, la situación de la prensa en Ucrania basándose en los testimonios de personas, medios y organizaciones que no han sufrido restricciones hasta 2022. Ni las pasadas Ukrainska Pravda o Evropeiskaya Pravda, citados por el artículo, han visto sus medios clausurados, sus redes sociales utilizadas por el Estado para realizar propaganda de guerra, sus sedes asediadas por la extrema derecha por emitir películas soviéticas o por estar vinculadas a la oposición prorrusa.

Sus periodistas no han sido encarcelados durante meses como lo fue Sergey Bondarchuk por publicar, en su pequeño periódico de la zona de Donbass bajo control ucraniano, una entrevista a Pavel Gubarev, ni han desaparecido sin dejar rastro como el periodista de Mariupol Sergey Dolgov o se han visto obligados a abandonar la labor periodística como la web Timer de Odessa, cuyo editor jefe fue encarcelado durante meses en los primeros días de la guerra y acusado de posesión de explosivos en un caso fabricado por el SBU. Los medios mínimamente opositores al sistema actual o aquellos críticos con los aspectos clave del Estado nacido de la victoria de Maidan y el cambio irregular de Gobierno de febrero de 2014 fueron silenciados hace mucho tiempo sin que se produjeran críticas de los grandes medios estadounidenses ni de Reporteros Sin Fronteras sino todo lo contrario.

El pasado mayo, el académico ucraniano-canadiense Ivan Katchanovski denunciaba que Reporteros Sin Fronteras alegaba un “salto de la libertad de prensa en Ucrania del puesto 79 al 61, cerca del nivel de Estados Unidos, tras ascender del puesto 106 el año pasado a pesar de la prohibición de la televisión de la oposición y otros medios de comunicación, la creación por parte del Gobierno de un único programa de noticias en todos los canales de televisión, la censura y la persecución de periodistas. Esto no es sólo un fraude flagrante, sino también un encubrimiento abierto y un apoyo a la supresión de la libertad de prensa y la persecución de periodistas por parte del gobierno de Zelensky”. Ahora, y a pesar del evidente control gubernamental de la prensa y sus contenidos, Ucrania se mantiene en el ranking por encima de países como Brasil y cien puestos por delante de Rusia, en cuyo caso la situación de guerra no sirve de eximente para justificar reducción de derechos, como sí hacen The New York Times como de Reporteros Sin Fronteras en el caso ucraniano.

“A pesar de su admirable resistencia después de que Rusia lanzara su invasión a gran escala el 24 de febrero de 2022, el panorama mediático ucraniano sigue siendo frágil”, afirma Jeanne Cavelier, directora de RSF en su sección de Europa Oriental y Asia Central, ignorando la forma en que el Estado y los medios pro-Maidan han tratado durante años, no solo a la prensa rusa o prorrusa, sino a cualquier medio cuyas críticas afectaran a aspectos estructurales del nuevo régimen. Lo vibrante de la escena mediática ucraniana hasta el 24 de febrero de 2022 se había limitado a las luchas partidistas entre Poroshenko y los demás partidos políticos aceptados por un sistema que nunca permitió que los medios denunciaran la prohibición de partidos (que no empezó en 2022 sino en 2015 con la prohibición del Partido Comunista gracias a una ley diseñada específicamente para ello), exigieran el cumplimiento de los acuerdos de Minsk o pusieran en duda las intenciones de Ucrania en la guerra contra Donbass. Hace una década que Ucrania no permite opiniones disidentes en los medios en lo que respecta a Rusia, a la guerra o a la forma en la que Maidan obtuvo su victoria.

Las denuncias mencionadas por The New York  se centran exclusivamente en situaciones actuales y que vincula con la guerra, algunas de ellas muy graves. “En enero, se supo que la agencia de inteligencia nacional de Ucrania, el SBU, había grabado en secreto a los periodistas que asistían a la fiesta de vacaciones de una web de investigación, Bihus, taladrando mirillas en los armarios de las habitaciones de hotel donde se alojaban”, afirma The New York Times. “También salió a la luz un caso de injerencia política, con el nombramiento de un representante militar como director de la agencia nacional de prensa Ukrinform, el 24 de mayo, y la revelación, el 29 de mayo, de una censura interna, al haberse distribuido entre el personal una lista de invitados a los que se prohibía la entrada”, añade Reporteros Sin Fronteras, que añade que “a partir de ahora, las citas y entrevistas con miembros de las fuerzas armadas deben enviarse tres días antes de su publicación al centro de comunicaciones militares estratégicas, según un decreto militar desvelado por los medios de comunicación el 12 de junio. Además de tener un efecto disuasorio, este periodo de verificación limita la cobertura de la guerra en tiempo real”.

Al acoso, espionaje, prohibiciones y censura previa hay que sumar la desproporción de la presencia de miembros de Servidor del Pueblo en la cobertura informativa. “La vibrante y competitiva escena de noticias de televisión de antes de la guerra fue consolidada por el Gobierno del señor Zelensky en una emisión única controlada por el Estado tras la invasión rusa”, admite The New York Times, que solo de forma sutil da a entender que a ese control absoluto de la emisión acompaña un discurso igualmente controlado cuya lógica no es de defensa del país sino el enaltecimiento de su actual líder.

Ambos artículos terminan por justificar las medidas coercitivas introducidas por Volodymyr Zelensky a raíz de la guerra, olvidando que todas esas tendencias autoritarias preceden a la invasión rusa. La demonización de medios mínimamente opositores, el acoso a periodistas por parte de las autoridades y la extrema derecha o el maltrato continuo a la población de Donbass, vilipendiada sistemáticamente durante la última década, siempre han pasado desapercibidos y nunca han causado en medios y organizaciones de prensa internacionales críticas sino justificación. “Ucrania ha desarrollado en los últimos años un entorno mediático más transparente y pluralista, gracias sobre todo a los avances legislativos. Pero los avances siguen viéndose mermados por los frecuentes abusos de Rusia contra los periodistas ucranianos, la desinformación masiva del Kremlin y el acoso de las autoridades ucranianas”, afirmaba en febrero Reporteros Sin Fronteras. La culpa de casi todo, es siempre de Rusia. También de las tendencias autoritarias de Ucrania. Incluso años después de que los medios rusos fueran prohibidos en Ucrania.

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